Este curso escolar ha sido el primero
en que mis dos pequeños han ido al colegio. Un cole diferente al que
yo conocí. Mi escuela era concertada y religiosa en el área
metropolitana de Barcelona, y la de ellos, pública y rural en un
pueblico de Teruel.
En su cole la maestra de infantil enseña a nueve
niños. Comparten aula los de tres, cuatro, cinco y seis años. El
colegio tiene 29 alumnos de edades comprendidas entre los tres y los
doce años, los amigos son pocos y no llegamos a las veinte familias
en total. En junio acaban cinco su educación primaria y, en
septiembre solo entran dos. Perdemos. Como se pierde población
en los pueblos agrícolas de España.
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La puerta del Maestrazgo de Teruel, Castellote, un pueblo de azul cielo y color piedra |
Mi escuela actualmente:
http://www.fedac.cat/ripollet.php
Me apetece escribir sobre escuela porque hace poco visité la que me vio crecer. El colegio donde pasé
de mocosa a adolescente cumplió 125 años. 125 años abriendo las
puertas a niñas y niños todos diferentes, con sus historias, vidas,
con ganas de aprender o con ganas de desconectar de su mundo, de su
casa. Me emocioné ese día. Me emocionó ver a maestras que se
acordaron de mi nombre, reconocer a ex-alumnas y ver, a un grupo de
mujeres de sesenta, hacerse fotos sentadas en las mesas, recordando
pasados felices. Me emocioné al sentir lugares como propios, solo
por que durante un tiempo viví momentos allí, cambiados pero en su
sitio, como las clases de sexto, séptimo y octavo.
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Actual aula de la ESO que ocupa la que era mi clase de séptimo de EGB |
El día de mi visita recorrí el
colegio de arriba a abajo. Abrí puertas y me sorprendí por los avances, como si el tiempo no pudiera haber pasado en mi escuela. El
colegio ha dado un giro educativo a mejor. Han cambiado crucifijos
por soles y, salas oscuras por luminosidad y creatividad. La escuela
que me marcó, quiera o no quiera, se ha modernizado. Hacía casi 30
años que no volvía. Desde hace diez, no viven monjas. Ya no vive
ninguna hermana de la Congregación de las Dominicas. Mujeres que al
final del siglo XIX llegaron a la vila para cubrir la necesidad de enseñar a los niños y, transmitir valores cristianos. Mujeres risueñas y
enfadadas que me hicieron odiar la manzanilla y las sociales y, amar
a amigas y las mates. Y me alegro por acercarme el otro día a mi
viejo cole. Mirar el patio con su fuente de siempre. Descubrir clases
nuevas, donde antes vivían las religiosas. Tocar con los pies los
pasillos, con sus mismas baldosas de color verde-amarillo, que tantas veces pisé con mis compañeras.
Compartí esos años con cuarenta mujeres. Hicimos grupitos,
piñas y tuve mejores amigas que hubiera defendido hasta la
"muerte".Y aunque el mundo moderno, las redes sociales, nos
conectan, yo igualmente echo de menos. Echo de menos amistades puras,
que cuando las sientes piensas que son para toda la vida y no, se pierden, se cambian, se modifican y se adaptan al paso de tu
vida.
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Fuente de mi antiguo colegio |
La escuela rural en Aragón:
https://www.aragon.es/actualidad/la-escuela-rural-en-aragon
La calidad de nuestro Centro Rural
Asociado es innegable. Las instalaciones de la escuela van mejorando.
Los profesores son un equipo humano de sonrisas y respeto y, dedican
el tiempo que se merece a cada uno de los alumnos.
Estoy contenta, como madre, de llevar a mis hijos a una escuela de pueblo pequeño, donde la mezcla de bienestar y entorno natural dan una mejor infancia.
Estoy contenta, como madre, de llevar a mis hijos a una escuela de pueblo pequeño, donde la mezcla de bienestar y entorno natural dan una mejor infancia.
Mi pequeña sólo tiene una compañera
de su edad, porque no hay más niñas de su quinta. Ellas pasan
mucho tiempo juntas, y aunque la vida les brinde caminos muy
diferentes, seguro que ese vínculo escolar único no se borrará
fácilmente.
Estoy orgullosa de haber decidido un
día cambiar la ciudad por el pueblo, por el campo. De poder ir
#alcolegioapie sin cogernos de la mano, saltando contentos por calles
silenciosas. Escogí que mis hijos crecieran entre tierra y aire
puro. Una manera de sostener el planeta con acciones directas y que
cambian hábitos y costumbres. Nuestra escuela rural prefiere los
proyectos educativos a los libros de texto y, está cambiando sillas
duras por cojines y puffs. Nuestra escuela, por ser rural, no merma
en calidad. Los educadores que trabajan, tienen cualidades mágicas
para gestionar niños de diferentes edades en la misma clase.
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Amigas del alma |
Los
mayores se preocupan de los pequeños y, los pequeños se apoyan en
los mayores, donde una de las actividades más celebradas es que los
de las clase del piso de arriba, lean cuentos a los chicos de la
clase de abajo. En una escuela de pueblo todo fluye mejor pero a la
vez, todo está en la cuerda floja. El futuro, sino se repuebla, es
de zona sin centro de enseñanza primaria.
En Aragón se mantienen
las escuelas abiertas si hay tres alumnos. Confío en que mis hijos
acaben su primera etapa escolar en el pueblo, en un colegio pequeño
donde el día a día es cercano y humano y, que hace valer más la
pena criar aquí, en esta España vaciada.
¿Te vienes a llenar estos pueblos?
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Mis hijos y el pueblo |
Datos de Aragón, info del Heraldo:
El 95% de las localidades de Aragón
tiene menos de 5.000 habitantes y en ellas estudia el 17% del
alumnado de la comunidad (unos 34.000 alumnos), según los datos
presentados esta semana por el Observatorio
de la Escuela Rural.
(http://www.boa.aragon.es/cgi-bin/EBOA/BRSCGI?CMD=VEROBJ&MLKOB=1019945843535)
Opiniones de profesores de la escuela rural:
"La legislación no acompaña
porque con la modificación del curriculum de hace unos años no se
atiende la escuela rural. Es muy difícil programar para un aula tan
diversa: hay que buscar otros recursos, porque el libro de texto no
funciona, lo que lleva a trabajar por proyectos, por equipos, que,
por otra parte, es lo que ya estaba demandando la sociedad. Por eso,
la escuela rural es tan innovadora. Eso es lo que tenemos que poner
en valor, sobre todo, para las familias; que valoren que la educación
que se da en la escuela rural es de más calidad o, como mínimo,
igual que en una ciudad."
Juan Antonio Rodríguez, maestro rural
del Colegio Ramón y Cajal de Alpartir.